2 poemas de Emily Dickinson
En el cuarto interior
parece aún más plácido que el sueño.
Lleva sobre su pecho un ramillete,
y no dirá su nombre.
Lo tocan y besan,
hay quien calienta su ya inútil mano.
Es tan serio y sencillo
que no puede entenderlo.
Yo en su lugar no vertería lágrimas.
Sollozar es violento.
Así se asusta al apacible duende
que va a volver al bosque en que nació.
Hay cándidos vecinos que platican
sobre aquellos que "mueren antes de hora".
Nosotros, siempre dados a perífrases,
hablamos de la huida de los pájaros.
***
Morí por la Belleza, pero apenas
ahormada en la tumba
otro murió por la Verdad, y estaba
en el lugar contiguo.
Me preguntó en voz baja: "¿De qué has muerto?"
Dije: "Por la Belleza".
"Pues yo por la Verdad. Y son lo mismo".
Añadió: "Hermanos somos".
Así, como parientes que se encuentran
de noche, conversamos.
Hasta que el musgo nos llegó a los labios
y cubrió nuestros nombres.
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