Las bicicletas apiladas
El tiempo ha pasado.
Tan rápido
que los colibríes han ido hacia delante.
No he podido pararlo. No lo intenté.
Quería dejar que el río fluyera,
llevándose
mis recuerdos compartidos.
Rememoro en la almohada,
aquellos besos con sabor a lluvia. Con sabor a sal.
Casi vuelvo a ver las bicicletas apiladas en la
puerta de mi casa.
Antes de que supiéramos que íbamos a follar.
Mi piel se excita.
Ella sola,
sin tenerme en cuenta.
No sabe
que te marchaste.
Dejándome con la mirada perdida a la altura de tus
rodillas
mientras el horizonte engullía tus pedaladas.
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