2 poemas de Chantal Maillard

10:08 Elchicodelachaquetavaquera 0 Comments


Hay un niño pequeño, desnudo, en el balcón.
Algo cae, oblicuo, no sé si el sol, la tarde,
o quizás sea la calzada,
el caso es que aquel niño tiene la piel dorada
en razón de la oblicuidad.
De sus dedos escapan burbujas transparentes y su risa
es agua jabonosa que resbala en el aire y cae
oblicuamente como un eco
de estrellas impacientes.
Pero el niño dorado se cansa y la madre aparece.
Ella mira hacia abajo, se endereza de golpe,
levanta al niño con la fuerza del grito que reprime
e inicia el gesto que habrá que ocultar,
en los ojos del hijo, su propio espanto.
Apenas tiene tiempo, el pequeño inmortal,
de señalar con un dedo infinito
a una paloma que pasa rozando
la reja del balcón.

***

Se hizo de noche al mediodía.
No pude respirar.
Tanto metal entre la carne,
aquel sabor a cieno
y sobre todo
el corazón oblicuo, sí, eso es,
el corazón oblicuo.
Como las tejas de un tejado,
resbalando.
                            El viento arriba
(había viento, sí, un viento suave).

Pero ya terminó. Una sombra
no hace la noche entera.
Volvamos cada uno a lo que nos distingue:
esa historia concreta, personal
que nos mantiene -- mientras tanto.

Una sombra no hace la noche entera
                                                             -- ¿o sí la hace?

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